sábado, 23 de octubre de 2010

Papá ¿Qué estas haciendo? Anónimo

                         

         No sé como decírtelo. Seguramente crees que lo estás haciendo por mi bien, pero no puedo evitar sentirme raro, molesto, mal.

         Me regalaste un balón cuando apenas empezaba a andar. Aún no iba a la escuela cuando me apuntaste al equipo.

         Me gusta entrenar durante toda la semana, bromear con los compañeros y jugar el domingo como lo hacen los equipos grandes.

         Pero cuando vas a los partidos… nos sé. Ya no es como antes. Ahora no me das una palmada cuando termina el partido, ni me invitas a un bocata.

         Vas a la grada pensando que todos son enemigos; insultas a los árbitros, a los entrenadores, a los jugadores, a otros padres…

         ¿Por qué has cambiado? Creo que sufres y no lo entiendo.

         Me repites que soy el mejor, que los demás no valen nada a mi lado, que quien diga lo contrario se equivoca, que sólo vale ganar.

         Ese entrenador del que dices que es un inepto, es mi amigo, el que me enseñó a divertirme jugando.

         El chaval que el otro día salió en mi puesto, ¿Te acuerdas? Sí, hombre, aquel a quien estuviste toda la tarde criticando porque “no sirve ni para llevarte la bolsa” como tú dices. Ese chico está en mi clase. Cuando lo vi el lunes, me dio vergüenza.

         No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo la suficiente calidad, que no llegaré a ser profesional y a ganar cientos de millones, como tú quieres.

         Me agobias. Hasta he pensado en dejarlo; pero me gusta tanto… Papá, por favor, no me obligues a decirte que no quiero que vengas más a verme jugar.